El MIEDO Generacional del terror Socialista.
El síndrome del secuestro Socialista en Cuba.
La psicología del miedo y el terror CONDICIONADO de cada día durante generaciones, que solo conocen la sospecha, la coacción, los fusilamientos las prisiones. El miedo de morir en el mar, a perder su trabajo, a ser agredido, asediado, repudiado o acorralado en su sobrevivencia.
Este es un libro
de resistencia.
Escrito con el
puño crispado y el aliento contenido frente a una presente amenaza.
Alfredo Triff
expone en estas páginas el mecanismo totalitario de la corrección política y el
wokismo que mina la sociedad norteamericana y, en general, esa mancomunidad de
valores, tradiciones, costumbres, saberes y normas que llamamos civilización
occidental.
Fragmentario en
su composición y abarcador en su visión, es quizás el primer texto que expresa
la angustia de tres generaciones de exiliados cubanos frente al avance de una
ya conocida opresión. Los signos de la toma del poder marxista están a la
vista, pintados en las puertas de nuestras casas. Muchos se niegan a verlos.
Pero nosotros los llevamos marcados a hierro en la piel.
“Hoy en los
Estados Unidos, nuestra patria adoptiva,” dice Triff, “vivimos una repetición
de aquellos años aciagos. Las repeticiones no son calcos, pero las similitudes
son pavorosas”.
Página tras
página, Triff va desmontando, con lucidez no exenta de una amarga ironía, el
entramado de la interseccionalidad woke y la industria del victimismo, las
falacias del privilegio blanco y el racismo sistémico, la trampa del reclamo
identitario y las perversiones del presentismo histórico, entre otros tópicos
totalitarios.
En su urgencia de
comunicar un mensaje de manera sucinta y clara, contestataria y a
contracorriente, este libro, que a todas luces es un libro de combate, muestra
su parentesco con las clandestinas culturas del samizdat en las dictaduras
comunistas de la Unión Soviética y Europa del este, al igual que con la cultura
del dazibao en la China maoísta.
Por cierto, con
sus consecuentes riesgos. Si aquellos textos exponían al autor disidente al
castigo oficial, no cabe duda de que este texto expone a Triff a los rigores de
la cancelación cultural prevalecientes en los medios, la academia y el mundo
editorial. Lo convierte, pues, en un marginal.
Entre otras
claves del wokismo desarmadas por Triff está el catastrofismo del cambio
climático. Para los globalistas, la narrativa de una ficticia hecatombe
planetaria permite un amplio radio de acción, por citar algunos aspectos, en
los proyectos de reducción de la población mundial, sobre todo en África, la
promoción de las tecnologías de energía eólica y solar procedentes de China, la
erradicación del campesinado en las naciones desarrolladas, el desplazamiento
de inmigrantes que ofrezcan mano de obra barata a los grandes centros
industriales, en detrimento de las clases medias autóctonas, y la restricción
del acceso a los combustibles fósiles a los países en desarrollo.
Triff parte del
obvio presupuesto de la adaptación de humanos, animales y naturaleza a los
cambios climáticos. En cuanto al calor, destaca el sabido, pero escatimado dato
de los tres picos sobrevividos en el planeta: el calor minoico de 1600 a.C., el
calor romano de 361 a.C. y el calor medieval de 950 d.C., con cuatro, dos y un
grado centígrado, respectivamente, por encima de nuestra época.
A fin de no
agotarle a los lectores el disfrute de los argumentos del autor, diré
simplemente que ayudan a poner en tela de juicio lo que Gerard Baker define
como “la casi bíblica creencia en el catastrofismo climático, según la cual el
pecado primordial del hombre consumidor de energía sólo puede expiarse mediante
el sacrificio masivo del progreso económico”.
La última sección
del libro trata de la catástrofe castrista. Triff repasa, con anécdota y
estadística, más de 60 años de fracasos económicos, disparatada ingeniería
social y destrucción deliberada del entorno urbano, que transformó a La Habana
de una de las urbes más modernas y vibrantes del mundo en una irredimible
Calcuta.
Aporta en su
análisis dos tesis polémicas, pero, a mi juicio, iluminadoras.
Primero, que el
castrismo existe antes de Fidel Castro, en la consagración de la teleología
revolucionaria martiana desde fines del siglo XIX, dominando el discurso
político de la República. El ideal revolucionario cubano, afirma Triff, “es una
manera castrista de ser”.
Segundo, y de
aquí el provocador título del libro, que en su temerosa y/o oportunista
conformidad con el status quo, así como en su imposibilidad de explicarse su
situación y erigirse como comunidad en rebeldía, el ciudadano sostiene a la
dictadura con su participación obligada o voluntaria. “¿Qué espera un pueblo
que ha participado ya en cientos de cientos de desfiles?”, pregunta Triff. “¡El
próximo desfile!”
Advierto que esta
lectura agrava mi pesimismo. Una ola revolucionaria, leninista en su método y
utilitaria en su designio, está barriendo la cultura, el prestigio, las
instituciones políticas y hasta la identidad biológica del hombre occidental.
No es una moda, es un programa. Su propósito es destruir los valores que desde
Grecia y Roma nos han permitido oponernos, mal que bien, al asalto del
colectivismo y la usura, a la degradación de la razón y a la desacralización de
la familia como núcleo esencial humano.
La izquierda y el
capital han encontrado el beneficio común de un nuevo modelo de esclavitud, con
unos medios técnicos y unos poderes de control y seducción que sobrepasan el
fatal augurio de las utopías totalitarias.
De seguir así las
cosas, y puesto que no veo el avance de una inteligente y agresiva
contrarrevolución, me temo que este libro ahora necesario será mañana otro
libro prohibido.
Jesus Rosado