Friday, November 25, 2022

Americana Semper Fidelis, Americana
FOREVER "GRACIAS"               
Poema de Andres Reynaldo, nació en Calabazar de Sagua, en 1953.. 
NOVIEMBRE 24, 2022 / THANKSGIVING
“Si la única oración que dices es ‘gracias’, será suficiente”. – Meister Eckhart
Doy gracias.
Por tener más de lo que pido, más de lo que necesito y, sobre todo, más de lo que merezco.
Doy gracias.
Por haber encontrado patria donde sólo pensé que encontraría refugio.
Doy gracias.
Por haber recibido en esta amenazada tierra las lecciones tácitas y explícitas, dolorosas y regocijantes, que me enseñaron a dejar de ser un esclavo para ser un ciudadano.
Doy gracias.
Por el derecho a decir mi palabra y cargar mi fusil.
Doy gracias.
Por los libros que me han acercado a Dios y a la Razón.
Doy gracias.
Por saber, yo sí lo sé, que en la gran batalla de mañana (porque vendrá una grande y sangrienta batalla) estaré en vida o en memoria en el bando de Grecia y Roma, de Santo Tomás y San John Henry Newman, de Hernán Cortés y de George Armstrong Custer, de Tomas Stearns Eliot y de Jorge Luis Borges, de Winston Churchill y de Ronald Reagan. En suma, en el bando del canon y la cruz.
Doy gracias.
Por mi pasaporte con un águila de ojos muy abiertos, idéntico al pasaporte de los semidioses que pusieron pie en la luna.
Doy gracias.
Por comprender que la opresión que una vez me sometió desde el Estado y la miseria, ahora me quiere someter desde la plebe y el dinero.
Doy gracias.
Por las mil cosas simples que tengo en este día: una botella de Old Forester, que preserva el pionero espíritu de Kentucky; las orquídeas del patio que mi mujer resucita con unas manos más pequeñas, como las cantó Cummings, que las manos de la lluvia; el horno de ladrillo en que la carne siempre huele a la primera noche del fuego; las cuatro libras de New York Strip sazonadas con sal gruesa de Marsella y pimienta negra de Ceilán (nunca le voy a decir Sri Lanka) que mis hijos devorarán en la paz de los inocentes; el pequeño portarretrato con la última foto de mi padre mirándome por última vez a los ojos, a sabiendas de que se va. A sabiendas (y ahí su tristeza) de que yo también me iré.
Doy gracias.
Por los amigos que comparten (valga el lugar común) las buenas y las malas. Que me ayudan a soportar el peso de la felicidad y no se aterran de la ferocidad de mis odios.
Doy gracias.
Por la Sinfonía No. 3 de Sibelius, que detiene el tiempo en que escribo este texto y cuya cumplida ambición fue contener el río místico de la música en unas pocas figuras melódicas, en etéreas duraciones, en breves y sencillas armonías. Luz que danza en la oscuridad. Hielo que derrite hielo.
Doy gracias.

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